La semana pasada
en Haití era laborable solo hasta el miércoles 31 de octubre, sí, hasta Halloween.
Yo me había dejado la barba por dos semanas para disfrazarme de pirata en el
Caribe o naufrago y así ir a la fiesta de disfraces organizada por la Minustah
chilena, pero en Haití no se puede planificar las cosas, todo es muy cambiante.
Al final fui a la casa de al lado por la despedida del gran Alessandro Lodi, Director
Ejecutivo de América Solidaria Haití, y comí una parrilla de pollo porque acá
la carne es demasiado cara.
Con Javiera, una
compañera de mi casa, y las chiquillas que viven en Aquin: Fernanda, Silvana y
Dani decidimos ir a la Ille Vache (Isla de la vaca), uno de los lugares
turísticos haitianos que conocía desde Lima. Sin embargo, como contaré en las
siguientes líneas, este viaje solo se quedó en un intento. En la parrillada por la despedida de
Alessandro, Vanessa, mi compatriota que hizo la formación conmigo en Chile, se
decidió a unirse al viaje. El grupo estaba completo, éramos 6 personas listas
para disfrutar de un finde lleno de aventuras. Aunque para el final del viaje
nos dividimos en dos grupos. El grupo A, los enfermos, y el grupo B los sanos,
cada uno con tres integrantes.
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Saliendo de Delmas 56 |
El jueves 1 de
noviembre salimos temprano de la casa Delmas 56, mi hogar en Ayití. Desayunamos
todos juntos, allí les conté algo que me ocurría y todos me aconsejaron ir al
Hospital cubano que está en Aquin para que me hiciera algunas pruebas. Este
acontecimiento cambio un poco el plan inicial, ahora llegaríamos a Aquin,
almorzaríamos y en lugar de ir de una a la playa, primero haría una parada en
el hospital. Tuve mi cita y me dijeron que regresara al día siguiente para unas
pruebas. Yo no sabía en ese momento si es que me las podría hacer porque no
quería retrasar el viaje hacia la Ille Vache.
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Esperando que me atendieran en el hospital cubano de Aquin |
Todo el finde
estuve a dieta y no pude tomar mi querida Prestige (cerveza haitiana). La noche
del 1ero comí arroz con choclo y arvejas, mi almuerzo y cena de ese finde. Sin
embargo, las niñas esa noche comieron huevos revueltos, manjar blanco y una
prestige. Una de ella, se sintió mal de la guata y no durmió bien, pero no
quiso ir al médico conmigo al día siguiente.
Yo andaba nervioso por
los análisis, pensaba que me perdería el viaje. Me puse a hablar con unas haitianas en Kreyol para saber en qué
turno iba a pasar y luego de que me puse de acuerdo vi algo que acordaré toda
mi vida, el nacimiento de un niño en la puerta del hospital. Luego de este mega
acontecimiento me hice los análisis y me dijeron que a las 4pm estarían los
resultados, pero en ese momento pensaba que me tocaría llamar por teléfono para
saber qué tenía porque se suponía que estaría tumbado en alguna playa de la
isla de la vaca.
A mi regreso a
casa, le volvimos a preguntar a la niña que se sintió mal la noche anterior si
quería ir al médico, pero nos dijo que se sentía bien. Entonces, cogimos
nuestra carpa y mochilas para ir a Les Cayes, lugar desde donde salen los botes
para ir a la Ille Vache. El tap tap que tomamos estaba repleto y nos acomodamos
como pudimos. Llegamos a Les Cayes y fuimos a una bodega a comprar agua y unos
enlatados para acampar, pero cuando casi habíamos terminado de comprar la chica
que estuvo mal la noche anterior se desmayó y comenzó a temblar cual posesa,
pero gracias a la rápida reacción de todos se pudo estabilizar pronto.
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Rumbo a Les Cayes |
Nos asustamos
muchísimo durante este episodio de exorcismo, pero supimos que todo estaría
bien cuando la posesa nos dijo ¿y por qué no me grabaron? Luego de consultar a
una doctora y personal de América Solidaria, decidimos regresarnos a Aquin de
una, pero cuando estábamos en el tap tap nos avisaron que una médica y un
enfermero de la Minustah uruguaya podrían revisar a nuestra Linda Blair.
Bajamos del tap tap y esperamos al personal
médico. Luego de un chequeo general se ofrecieron a llevarnos a Aquin.
Una vez en el
pueblo acompañé a Linda Blair con otra de las muchachas al hospital para que
una médica cubana la revisara otra vez. Le repitieron el diagnóstico, no era
nada grave, solo tiene que seguir una dieta, esas convulsiones fueron un
episodio aislado. En ese rato aproveché en recoger los resultados de mis
análisis, yo esperaba que me dijeran que tenía hemorroides, pero los análisis
indicaron que tengo una ameba. Este microorganismo es más celoso que una novia,
no me deja tomar prestige y me pone a dieta hehehehe. Esa tarde la pasamos
escuchando las predicciones de Madame Javiera. Debo decir que es muy acertada,
aunque a una de las minas le salía que podía quedar embarazada y quedó la broma
de ponerle en el bolso gorritos, porque sin gorritos no hay fiesta. Además, la
leída de cartas vino con una charla de diferentes temas, aunque la que acaparó
la atención aquella tarde-noche fue Vanessa y sus historias acerca de los 23.7.
El viaje a la
Ille Vache estaba descartado, fue mi 2do intento y el 4to de Javiera por llegar
a esta isla. Yo creo que en el siguiente intento lo lograremos y gritaremos al
abordaje!!! Decidimos pasar el sábado comprando en la machè (mercado) de
verduras y ropa. Luego del almuerzo nos fuimos a St. George, la playa más
cercana de Aquin. Esa tarde comenzó algo accidentada, fuimos solo 4 y ninguno
se percató que nos pasamos la playa. Nos bajamos en el siguiente pueblo y nos
devolvimos con el rabo entre las piernas. Llegamos alrededor de las 5.30 pm con
la marea alta. Conforme avanzaban los minutos la corriente se hacía cada vez
más fuerte.
Salí del mar por
primera vez a las 6.08pm para preguntarle a Javi porque había salido tan
temprano. De ahí salió otra mina. Ellas se quedaron leyéndose las cartas (volvió
a salir el hijo en Haití) y yo decidí meterme hasta las 6.30pm. Le di el
alcance a Fernanda, nos pusimos a hablar de la vida y no nos dimos cuenta de
que la corriente nos había arrastrado mar adentro como a 400 metros. Intentamos
regresar, pero yo me puse muy nervioso porque la marea nos arrastraba muy
fuerte. Fernanda, una experta nadadora y con los nervios de acero, me empujó
por varios minutos. Avanzamos como 200 metros de esa manera hasta que llegaron
unos haitianos a la orilla. Eran los baywatch que le decían a nuestras amigas
que había mucha corriente y que nos moviéramos hacia la izquierda porque hay
más olas.
A Fernanda y a mí
nos preguntaron si podíamos salir y yo le dije que no, que prefería que me ayuden.
Se metió un haitiano y me empujó los últimos 200 metros. Salí cagado de miedo,
pero en ningún momento se me pasó por la mente que me moriría, solo que pasaría
un mal rato. Como para distender el momento le pregunté a Javiera si es que
estaba bien que le diera 50 gourdas al haitiano que me ayudó. Ella respondió:
“si crees que tu vida vale 50gd, dale eso” y yo repliqué: “yo le daría todo lo
que tengo, pero como soy un tacaño de mierda
(….)” Todo el mundo se echó a reir. Finalmente, le di 100 gd y nos devolvimos
hacia Aquin.
Esa noche
decidimos ir a un bar a tomar unas cervezas y celebrar la vida. En mi caso,
solo pude tomar agua. Esa noche trajo más de una sorpresa, vimos a Vanessa bailar
Kompa con un haitiano y luego paseamos por la plaza de Aquin, donde se ven unos
rayos espectaculares. Como a las 11.30 pm decidimos regresar a la casa. Yo me
fui a dormir a la medianoche y me desperté con la sensación de que me levantaba
de mi cama de Lima. Sin embargo, no todos durmieron tan rico. Javiera fue
levantada a las 3am por Vanessa. Ella había sentido la presencia de dos ánimas
(esa casa está como para misterios sin resolver). Yo intuyo que Javiera le dijo
por qué no llamas a Marcelo (esta es una broma que solo los 6 expedicionarios
entenderán), al final todo fue un susto y continuaron durmiendo.
El domingo nos
dimos cuenta de que se había acabado el agua, compramos unos baldes de unos
haitianos comerciantes. Luego, Javiera, Vanessa y yo nos
devolvimos a Puerto Príncipe, dónde se suponía que todo volvería a la
normalidad, pero el finde bizarro no acabó en Aquin. Llegamos a la casa y no
había luz. Eso no importó para cantarle el happy birthday atrasado a una de mis
roomies, aunque otra de las cumpleañeras llegó con un ron y unos vasos de shots
y se pusieron a celebrar el cumpleaños. Estas roomies son las que menos toman y
bailan en la casa. Sin embargo, aquel domingo fueron las que armaron el tono,
la fiesta.
A manera de
conclusión, este viaje me ha enseñado que las cosas pasan por algo. Creo que la
lección que puedo sacar de este finde lleno de aventuras es que por más que uno
crea que se está ahogando (en sus problemas) siempre habrá alguien que te de la
mano, te aliente o te empuje esos últimos 200 metros. Solo hay que rodearse de
las personas indicadas. GRACIAS a mis compañeras de aventura
Carlos
Pinto Sharpey
PS. He dejado varias anécdotas en el tintero, pero espero que mis compañeras de aventura las cuenten. Por ejemplo, quién es Olguita Marina, el siéntate, eso nos pasa por consumistas, entre otras historias