lunes, 10 de marzo de 2014

Comunicación 2.0

La mayoría de personas en la actualidad está on-line durante la mayor parte del día. Estamos, mi incluyo porque soy un geek, frente al computador o conectados a través del celular respondiendo un e-mail, actualizando nuestro status del Facebook, revisando lo que han publicado nuestros seguidores en el Twitter, pineamos una imagen en Pinterest, subimos una foto en Instagram, notificamos nuestra ubicación a través de Foursquare y/o mandamos un mensaje a través del WhatsApp. Estamos conectados a través de una o más redes sociales al mismo tiempo. Entonces, ¿en qué momento interactuamos con el otro cara a cara?

"Que te voy a meter ese celular en el orto"

Obviamente, si uno no sabe en qué momento desconectarse y disfrutar de una buena conversación o la compañía de los amigos y familia, entonces esta conectividad afectará nuestras relaciones personales. Terminaríamos como el de la caricatura, increpando al otro por un poco de atención para poder conversar a la "vieja usanza". Algunos podrían decir que hoy en día nos preocupamos más por nuestra vida virtual que por la “vida real”. A mí me ha pasado que he estado en la sala con mi familia y todos estábamos revisando el celular y nadie conversaba. Si eso no te ha pasado, entonces no podrás decir que no has leído en tu Facebook notificaciones de amigos que están en la playa o en una discoteca contándonos lo bien que lo están pasando. Me pregunto si realmente es necesario dar a conocer que estamos gozando en la playa. En mi caso prefiero nadar todo el día, disfrutar de un ceviche o unas cervezas y desconectarme de todo. 

Hablen entre ustedes

Bueno, pero no todo es negativo en este tipo de comunicación 2.0. También hay cosas positivas: Genera proximidad, se borran las fronteras y la comunicación es inmediata. Por ejemplo, cuando estaba enfermo en Haití, lo cual era usual los primeros seis meses, me comunicaba a través del Whatsapp con alguien súper especial para mí. Cada fiebre que me mandaba a la cama era el fin del mundo, pues con 40º C en Puerto Príncipe, el calor era insufrible. Además, ya saben que para la mayoría de los varones cualquier enfermedad puede hacernos sentir que nuestra hora se acerca. Para mi buena fortuna, al otro lado del Whatsapp tenía a una persona que me mandaba mensajes de aliento. Cuando leía lo que me mandaba sentía el cariño, la comprensión y me hacía sonreír. Esto no hubiera sido posible hace 30 años atrás porque ella está en Europa con 6 horas de diferencia horaria, pero ahora la comunicación se dio al instante.
                                                                                                            
A modo de conclusión quiero decir que en este tipo de comunicación hay cosas positivas y negativas. Todo depende de nosotros. Tenemos que aprender a desconectarnos, saber escuchar, ser empáticos, apagar la PC o el celular y disfrutar de la compañía de los otros. Si uno se divierte o escucha al otro atentamente no podrá publicar lo que estás haciendo, la alegría te demandará toda la atención, pero si igual terminas en una reunión con tu familia o amigos y todos están revisando el celular. Entonces, te dejo una propuesta que podrías aplicar. Propón lo siguiente: Poner el celular en la mesa y la primera persona que lo utilice tendrá que pagar una pizza o lo que prefieras.

Pon tu celular aquí y el primero que lo use paga la cuenta

domingo, 2 de marzo de 2014

Mi kriptonita, las hippies

Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que mi debilidad son las chicas hippies. Recién el año pasado, en Haití, con las conversas con mis roomies tumbado en la hamaca del patio de nuestra casa, con unas cuántas prestiges -la cerveza haitiana que tanto extraño- llegué a esa conclusión.  Yo no hago caso a las señales, incluso a las más evidentes… soy un cegatón y no pillo esos detalles a la primera, tardo mucho. Ahora que lo sé, he tomado la determinación, cual Superman, de evitar mi kriptonita y escapar por miedo a salir lastimado. A continuación les contaré una anécdota que me pasó en un viaje que hice años atrás. Vale la pena aclarar que pese a que intente evitarlas, lo más probable es que sucumba a la tentación de acercarme a mi kriptonita.  

Así recuerdo a la niña que conocí en mi viaje
Hace unos años viajé a una tierra distante a la de mi pueblo natal y en una fiesta de Halloween conocí a una mujer que me deslumbró desde que la vi. Ella estaba con un vestido floreado de color rosado acompañado de un cinturón dorado, ella usaba una flor y una vincha en el cabello, y un collar con el símbolo de Peace & Love. En esa reunión había muchas chicas guapas, pero me focalicé en la hippie, en ese momento no sabía por qué sentía la necesidad de acercarme a ella y hablarle. Ahora lo entiendo todo, sucumbí a mi kriptonita. Ella podía alejarse e irse a otro ambiente, pero mis radares se activaban y cual GPS me indicaban el camino hacia ella, mis pies se movían solos. Así supe que vino sin pareja.

Esa noche me acerqué muy tímido y la saqué a bailar. Yo estaba muy nervioso porque pusieron una salsa que me gustaba mucho, pero los que estaban en la pista de baile me hacían ver como un bailarín principiante. Ella dijo: “no te preocupés, yo te enseño. Todo es cuestión de oído, de llevar el ritmo.” Me decía que aplaudiera mentalmente con cada sonido de la percusión, cada aplauso era un movimiento de pie. Recuerdo que antes de empezar a bailar y darme esas breves instrucciones, me dijo “si aplaudes mal, no tienes arreglo”. Me reí y bailamos. Cuando finalizó la canción me dijo que lo había hecho bien, pero que tocaba seguir practicando y bailamos varias piezas esa noche.

                            Esta es la salsa que bailé con la hippie aquella noche

Cuando estuvimos cansados de tanto bailar, le dije para descansar y tomarnos unas cervezas. Ella accedió y le conté un poco de mí y ella hizo lo mismo. Encontramos varios puntos en común: la música que escuchábamos, el gusto por viajar, las películas que nos gustan; pero hubo un tema que me llamó la atención. Ambos trabajábamos en temas de primera infancia, algo que me apasiona muchísimo, y cómo cualquier otra pasión que tengo, me dediqué a hablar sobre ella. Ya sé lo que piensas…. ¿Hablar de primera infancia en una fiesta? ¡Qué ñoño este tipo! Sin embargo, para mi buena suerte, la hippie era igual de ñoña que yo y conversamos varias horas. Hablamos de algunas experiencias de nuestros países, de autores, organizaciones que trabajan el tema. Yo la miraba embobado por la cantidad de conocimientos que tenía y comenzaba a preguntarle para seguir aprendiendo.

Unos tips acerca del baile

Todo fluyó de maravilla, continuamos bailando, nos reímos juntos, pero la noche no era eterna y amaneció. Me dijo que tenía que irse, le pedí su número para contactarme y volver a verla en los pocos días que me quedaban en ese pedazo de cielo que se convirtió esa tierrita bella. No me dio su número, pese a todo el buen rato que pasamos juntos. Me dijo que si el destino quiere nos juntaríamos de nuevo. En ese momento mi cara se entristeció y me piqué y le dije: “vale, vamos a ver si nos juntamos de nuevo. Estoy seguro que sí”…. Y unos meses después nos encontramos en otra ciudad. No llego a entender las hippies y sus cosas místicas, pero a veces es mejor no entender y dejar que las cosas fluyan.

Esta historia es un pretexto para invitarlos a reflexionar sobre sus puntos débiles y piensen si es bueno alejarse o lo mejor es afrontar la situación. Obviamente, un gusto tan grande te llamará la atención y si uno no tiene fuerza de voluntad sucumbirá en una.