domingo, 20 de octubre de 2013

Ahí estás tú... Mi retorno a Lima

A muchos les debe haber pasado o les está pasando que están cansados de sus trabajos, de la rutina y quieren cambios. Algunos buscan la solución viajando fuera/dentro del país, otros se dedican a sus hobbies. Yo estaba así hasta el 2012, pero esas cosas ya no eran suficiente y decidí irme a hacer un voluntariado con América SolidariaHace un mes y medio retorné a Lima y a muchos les contaba que me quería quedar en Haití o en República Dominicana. Amé/ amo Quisqueya, esta isla hermosa en donde aprendí muchas cosas en lo profesional y personal. Sin embargo, muy en el fondo ese querer quedarme era porque tenía miedo a retornar a una Lima que antes de irme ya no me gustaba.

Se que es muy fuerte decir que no me gustaba mi ciudad natal, pero no quería retornar a una Lima gris, huachafa, ni a la rutina laboral de levantarme temprano y salir muy tarde del trabajo. No quería regresar a ese estrés y a una vida consumista. Ahora entiendo de que ese miedo es infundado porque solo depende de mí que retorne a la misma vida monótona y aburrida en la que estaba antes de vivir en el Caribe. Tengo que resaltar que siempre habían soles y colores que le quitaban un poco el grisáceo a Lima, pero eran personas o eventos esporádicos.

Intenté con muchas fuerzas quedarme, incluso postulé a otros países para evitar llegar a Perú, pero ahora agradezco el haber retornado a Lima. Me ha permitido cerrar el círculo de la experiencia de voluntariado. Bueno, Lima sí está gris, pero cada vez que me encuentro con mis amig@s y comparto con ellos sale en mi corazón un sol caribeño de 40 grados y se ilumina el cielo. Incluso, esta sensación de felicidad y de corazón contento me pasa cuando me mensajeo por whatsapp o por Facebook con personas que no están en Perú. 

Ya para terminar, la re adaptación a Lima ha sido fácil, es mi ciudad y hay muchas cosas que me gustan, pero igual me faltan cosas por hacer, pero no me preocupo. Toca dejarse llevar y esas cosas que faltan llegarán. Ya sé que las respuestas de cómo evitar la rutina o el miedo a una Lima gris están en uno mismo. Las acciones que tome cada uno está bien, cada uno sabe lo que es mejor para uno mismo aquí y ahora. Así que espero que ustedes vean el futuro optimista, así como lo veo yo.

Le dedico esta canción a Haití cherie porque siempre está ahí, en mi corazón. Cómo me encanta que le guste bailar :)

"Ahí estás tú" de Chambao

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mwen se doglover (yo soy un doglover)


Cuando pienso en Haití se me viene a la mente la canción de Michael Benjamin, Ayiti se. Bellas playas, comida exquisita, mujeres hermosas y pienso en un pueblo que pese a todo se las arregla para sonreír y ser feliz. Sin embargo, hay algo de Haití que no me ha gustado y es el trato que tiene este pueblo con los animales. Perros y gatos no son vistos como mascotas, desde mi punto de vista, son objetos que tienen una función. En el caso del perro es de cuidar la casa. En el caso del gato sirve de alimento, y sí, en Haití se celebra todo el año Miaustura.


Ayiti se, canción de Michael Benjamin relata lo que es Haití


A las dos semanas de llegar a la isla, septiembre 2012, conocí a Ale y Puzzy. Dos perritos que le pertenecían a la Madame que me alquilaba la casa. Los voluntarios de América Solidaria vivimos en una casa de dos plantas, en la primera vive la Madame y en la segunda nosotros. Puzzy era el más grande. La primera vez que lo vi estaba amarrado a un poste con una cadena de metal que apenas le permitía avanzar 10 cm. Siempre ladraba y mostraba los dientes. La Madame le daba pan duro, agua y siempre le pegaba. Hablo de él en pasado porque murió en octubre 2012. Alé, la primera vez que la vi, era muy pequeña. Nunca ladraba, estaba suelta, pero no corría mucho. Era una cosita hermosa, toda marrón con cuello blanco que le da una elegancia única, pese a que sea igual a todos los perros haitianos.

Cuando vi a Puzzy y Ale por primera vez me cuestioné a mí mismo. Me involucro o dejo que Alé sufra la misma vida que Puzzy. Entonces con otra voluntaria (Javiera), su tía (Cecilia) y su mamá (Juana) - que estaban de visita en ese  entonces- subimos a Alé por primera vez a la casa. Le intentamos dar leche y no tomó ni una gota hasta que la mamá de Javiera la acarició e hizo que tomara toda la leche que le dimos.


La primera comida de Alé. Gracias Juana por la paciencia y el cariño que le diste a Alé
De allí en adelante comenzó un proceso de domesticación y hacer que nos perdiera el miedo. De a pocos conseguimos que nos moviera la cola, que ladrara (le dimos voz a la perrita), que jugara con nosotros y que pasara toda la tarde-noche con nosotros en la terraza. Sin embargo, como la vida no es color de rosa, descubrimos que Alé estaba enferma. Siempre mueve las dos patas derechas y un veterinario en Chile, que la examinó virtualmente, nos dijo que tiene moquillo (distemper) y nos advirtió que si no seguía un tratamiento había un 80% de posibilidades de que muriese.

La enfermad no fue el único susto que nos dio Alé. 
En mayo 2013 se escapó de la casa por 2 días. Esta es la foto cuando la encontré

Con Javiera conseguimos que nos mandaran medicamentos desde Chile. Tengo que mencionar a Carolina Ceron, siempre la consideraré como la madrina y benefactora de Alé. Sin su ayuda, Alé ya estaría muerta. Ahora la perrita está inmensa, se ha vuelto una señorita. Tiene un par de pretendientes y con Valeria, una voluntaria que vivió conmigo desde abril 2013, pensamos en hacer una campaña para esterilizar y vacunar a Alé. Todavía pienso en hacer esa campaña desde Perú, pero aún no me animo.

Tengo miedo de que un embarazo sea mortal. Sin embargo, lo bueno es que la Madame cambió su comportamiento con Alé, ahora la cuida, la baña, le da de comer. Ya no le pega y ni siquiera ha pensado en amarrarla, ni encadenarla. Estoy muy feliz con ese cambio de comportamiento y que amen a Alé tanto como yo.

La perrita más guapa del Caribe