Yo me hice voluntario básicamente para seguir creciendo como
persona y salir de la burbuja en la que vivía. En Lima, ciudad de dónde vengo,
no tenía que hacer ninguna labor del hogar, en todo caso pagaba para que alguien
más lo hiciera por mí. Nunca cociné, lavé mi ropa, ordené mi cuarto…. Nada de
nada, ahora, que llevo casi dos meses en Haití y pese al poco tiempo que llevo en esta isla,
puedo decir que he aprendido varias cosas y seguramente aprenderé muchas más. En
menos de un mes había lavado mucho más ropa de la que había lavado en mi vida.
Es a partir de allí que comencé a celebrar esos pequeños logros (una estrategia
muy sana para mantenerte optimista) que antes veía como insignificantes, pero
que ahora comprendo lo difícil que es vivir de manera independiente, aunque el
tema de la convivencia con personas de diferentes nacionalidades es otro tema.
La convivencia es complicada, te lo explican en la
formación, pero uno no llega a entender cuán complicada es hasta que la vives
en carne y hueso. En mi caso, yo estaba acostumbrado a viajar con mi grupo de
amigos, todos con caracteres e intereses similares. Ahora me toca aprender a
negociar con personas de diferentes nacionalidades, eso es todo un reto y parte
de la experiencia. En este tiempo he comprendido que alguna actitud o forma de
expresión que sería normal en Lima, podría resultar ofensivo para las otras
personas. Eso también pasa en el sentido contrario, lo único que queda es
aprender a negociar y dialogar mucho para evitar fricciones en el hogar porque
finalmente es el espacio donde uno pasa la mayor parte del tiempo de lunes a
viernes.
Acá, en Puerto Príncipe, no se puede salir cuando oscurece,
la ciudad es muy violenta. Yo lo veo como una gran favela, se escuchan disparos
y en las noticias se lee sobre asaltos a personas como nosotros -blanks (sí, acá
los latinos somos blancos). Sin embargo, si ustedes ven mi Facebook no tendrían
esa imagen de Haití, me verían en las playas, piscinas, restaurante o en diferentes
fiestas. He vendido la imagen de Haití como cualquier destino turístico
caribeño. El por qué es sencillo, no quiero preocupar a mi familia. También me
he propuesto desmitificar la imagen que se tiene de Haití. Un país pobre, sin
esperanza, lleno de campamentos sin agua potabe. La verdad es que sí hay mucha
pobreza (alrededor del 70%), pero pese a ello la gente es feliz y aunque
ustedes no lo crean hay muchas personas haitianas que se mueven en Hummer,
Porshe y BMW. Sin embargo, como en Latinoamerica, la riqueza no chorrea pareja,
solo unos pocos tienen acceso a esos lujos. Los otros, la gran mayoría de la
población, viven en un olor nauseabundo, como si el desagüe estuviera siempre
destapado, en carpas que les dieron luego del terremoto de enero de 2010.
Vista de un campamento |
Niño (timoun) de Aquin |
Además, asumí que haga lo que haga los haitianos siempre me mirarán como blank, entonces he decidido hacer cosas de blanks que trabajan en cooperación internacional. De paso, así me desestreso y no caigo en frustración. Mis fines de semana son muy activos gracias a la ayuda de muchas personas muy queridas, no porque tenga dinero, mi sueldo es de 100 cocos (dólares) mensuales. Si no fuera por ellos, no podría moverme en Haití de noche (un taxi puede costarme alrededor de 25 dólares). Estos blanks con movilidad nos han ayudado muchísimo, sin ellos no podría haber ido a la playa o de paseo a las caídas de agua de Sodo.
En la Playa índigo, una playa paradisiaca |
Blank turisteando en el campamento |
En Haití la vida es muy dura, se vive el día a día y no
sabes cuándo te puede pasar algo: enfermarte del estómago, que 3 haitianos te
hagan bullying en el bus por ser un blank, sufrir un accidente en tap tap o que
te atropelle una moto que no respeta a los peatones. Pese a todo ello, también
encuentras personas que te abren las puertas, te piden con una sonrisa de oreja
a oreja que le saques una foto. Te miran con mucho cariño cuando les hablas en
Kreyol, por más que no sepas hablarlo, el solo hecho de intentarlo es muy
valorado por los haitianos.
Finalmente, sobre la organización en la que estoy
trabajando, Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados (GARR), debo decir que es una excelente organización.
Claro, ellos se toman todo a su ritmo, pero es parte de la aventura de ser
voluntario en Haití: aprender a adaptarte a la cultura local, saber esperar y
ser paciente. En este poco tiempo, me he dedicado a hacer un diagnóstico sobre
la ONG y determinar en qué trabajaré el resto del año. En estos momentos tengo
más o menos claro cuál puede ser mi aporte en la institución, aunque debo
replantearme la viabilidad de lo que me estoy planteando porque el ritmo en el
que estaba acostumbrado a trabajar es distinto.
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