miércoles, 14 de noviembre de 2012

Una pequeña gran frustración: mwen pa pale kreyol (yo no hablo creole)


Luego de dos meses y una semana en la isla ya siento la necesidad de hablar creole. No solo porque es importante para mi trabajo y para la vida cotidiana, también para poder comunicarme con las diferentes personas con las que me cruzo en la calle. Por ejemplo, hoy estuve en un colegio y las niñas de la ecole Republique de Chili me molestaban, me decían porque no me quedaba en la escuela para aprender creole. También se burlaban de mí porque hablaba piti piti (poco poco) creole. Yo no podía responderles y tampoco las entendía, tuve que esperar a que Fredy, un compañero de América Solidaria, me tradujera lo que me decían.

Yo con unas haitianas de un campamento

Hasta ahora le había sacado la vuelta al idioma, me comunicaba en inglés o español con los haitianos de mi trabajo, pero desde la semana pasada le prohibieron al personal de GARR que me hablen en otro idioma que no sea creole. Ha sido duro, pero he podido dejarme entender, al menos eso creo. El día de mi cumpleaños logré que una haitiana me ayudara a embarcarme en el tap tap que me llevaría a mi casa porque no tenía idea de dónde cogerlo y nadie me podía dejar en mi hogar. Otro pequeño gran triunfo fue, hace un par de semanas, cuando fui a una maché (mercado) en Aken y compré cosas e incluso pude hacer que me rebajaran el precio de unas verduras.

Por momentos es frustrante no poder hablar el creole de manera fluida. Recuerdo mi primer día en GARR, fue un día súper monse (aburrido) porque no hablé nada, solo revisé archivos de la PC. Miraba a mis compañer@s de trabajo y sonreía, pero no interactuaba con ellos. Sin embargo, desde el segundo día descubrí que con algunos podía hablar en inglés y con otros en español. Fui feliz y podía hablar, comunicarme. Ojo, es muy importante para mí poder relacionarme con las personas, soy comunicador, no puedo estar sin hablar sentado frente a un ordenador, imposible!!!

En algún momento pensé porqué el inglés no era el idioma oficial de las ONG’s, de la gente que trabaja en cooperación. Luego de pensarlo, me golpeé yo mismo por yanquee. No se puede uniformizar el mundo, se perdería lo bonito de la diferencia. Además, que el inglés, a mi parecer, es un idioma frío, en el que los sentimientos no se reflejan. Al menos no como las lenguas romances. Esto puede ser muy contradictorio para las personas con las que vivo o para varios voluntarios que me molestan porque utilizo muchos anglicismos.

Con el look turista y hablando en inglés no disfrutaré a  plenitud esta isla

La contradicción tiene, creo yo, una explicación que se basa en mi experiencia de trabajo en Lima y en mis estudios universitarios. En los trabajos en los que laburé se apreciaba mucho que hablara y escribiera en inglés. Lo mismo me pasaba en la Universidad, si podía leer textos en inglés tenía acceso a más conocimiento. Por lo tanto, siempre había pensado de que me bastaba el inglés para poder comunicarme en cualquier lugar del mundo. Incluso los másters a los que apliqué – en Bélgica y Holanda – me pedían inglés.

Imagino, que por todo este background que menciono, la razón por la que utilizo muchas palabras del inglés. En Haití llegé al extremo porque cuando intento hablar en creole y no conozco una palabra lo primero que se me viene a la mente es la palabra en inglés. Por ello, varias voluntarias me huevean (me molestan) y me pusieron de mote Sharpey. Es un derivado de sharpener (tajador). Utilicé el inglés para ponerme de acuerdo con una compañera chilena para saber si es que hablábamos de la misma cosa.

El idioma se ha vuelto en todo un tema para mí. Lo considero como un nuevo reto para mí, como lo fue lo de lavar ropa a mano. Estoy seguro que con la práctica y con mucho empeño lograré vencer esta barrera idiomática y podré interactuar con mucho más personas.  

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